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Reflexiones sobre identidad y diversidad en el Mes de la Herencia Hispana (parte 2)

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Capítulo 2

Esta es la segunda publicación de una serie de blogs sobre el Mes de la Herencia Hispana

En mi anterior entrada de blog, conté mi encuentro fatídico con un nopal y cómo esa experiencia me ayudó más adelante en mi vida a ser sincero conmigo mismo a medida que exploraba mi identidad. Hoy compartiré con ustedes un poco más acerca de la génesis de mi identidad étnica. 

Por extraño que parezca, ¡mi recorrido de identidad comienza antes de que yo naciera! La vida de mis abuelos desempeñó un enorme papel en mi identidad. Un acontecimiento importante ocurrió medio siglo antes de que yo naciera, cuando mis abuelos hicieron un viaje especial a mi lugar de nacimiento: San Antonio, Texas. 

Esta es una fotografía de mis abuelos y su creciente familia. Vemos a mi padre (Raúl) que está montado en ese fantástico triciclo, a mi tío, Juan José, Jr. (Johnny), y a mi tía, Consuelo (Connie), en el cochecito.  Mis abuelos después tuvieron dos hijas más.   

 

 

Al igual que muchas familias de su generación, mis abuelos huyeron del norte de México para evitar la violencia de la Revolución mexicana de 1910. Mis abuelos se interesaron en San Antonio, Texas. Rápidamente mi abuelo encontró un empleo en uno de los invernaderos de la hacienda Brackenridge, en San Antonio. Cualquier persona de San Antonio conoce el parque Brackenridge; se trata de la misma familia. Esta fotografía se tomó enfrente de una casa en los jardines de la hacienda, en un área conocida como Álamo Heights.

Mis abuelos llegaron a San Antonio simplemente cruzando la frontera entre Texas y México sin papeles. Eran refugiados. Mis padres fueron la segunda generación de inmigrantes, y los dos nacieron en San Antonio. Esto me convierte a mí en un inmigrante de tercera generación.

¿Por qué hablo de generaciones de inmigrantes? Las generaciones representan el punto de partida del proceso de aculturación de una familia de inmigrantes después de llegar a un país nuevo. Echemos un vistazo a algunas cifras interesantes de un estudio del 2015 sobre las generaciones de familias inmigrantes en los EE. UU.:

 

 

Los resultados de investigación de una encuesta sobre latinos del Pew Research Center indican lo que tal vez ustedes ya sospechan: el porcentaje de hogares en los que se habla español en el hogar disminuye en cada siguiente generación. La encuesta sugiere que virtualmente en todos los hogares latinos de primera generación se habla español en el hogar, pero las cifras disminuyen a cerca de la mitad en la tercera generación.

De manera fiel a lo que concluyó la encuesta, en mi hogar de segunda generación se hablaba un poco de español cuando yo era pequeño. No obstante, mi familia de tercera generación –mi esposa, hijos y yo– hablamos exclusivamente inglés en casa.

Ahora bien, mis abuelos fueron hablantes monolingües del español toda su vida. Hasta que yo tenía cerca de cinco años, mi abuela vivió con nosotros, sus nietos, y nos cuidó mientras mis padres trabajaban y reclamaban su derecho al sueño americano. Esto significa que mis primeros años los pasé en un hogar en el que mayormente se hablaba español.

Quizás ustedes se pregunten: “¿Cómo es posible entonces que yo haya terminado siendo monolingüe?”. A veces yo también me hago esa pregunta.

Bien, según lo mejor que puedo describirlo, fueron buenas intenciones que salieron mal. Como buena familia católica, mis padres reunieron suficiente dinero para enviarnos a una escuela parroquial en la que enseñaban monjas irlandesas.

Las monjas creían que el secreto para una alcanzar una buena educación en el barrio hispano era que los alumnos y sus familias adoptaran un ambiente en el que solo se hablara inglés. No se permitía hablar español en la escuela, y les pidieron a los padres que solo les hablaran en inglés a sus hijos en la casa. No todos los padres con hijos en esa escuela cumplieron esa norma, pero mis padres sí lo hicieron. Y como mi abuela ya no vivía con nosotros, no tomó mucho tiempo. A los pocos años, yo prácticamente había perdido la fluidez en español que tenía cuando era más pequeño.

Fue la pérdida del idioma lo que me llevó a un conflicto personal en mi recorrido de identidad: ¿Cómo me puedo describir como latinx o mexicanoamericano si soy un hablante monolingüe de inglés?

 

 

Bueno, no estaba solo como hablante latino monolingüe de inglés en ese entonces, y ahora la situación es más acentuada. 

Los datos de la Encuesta sobre la Comunidad Estadounidense entre 2009 y 2019 indican dos cosas: en primer lugar, el porcentaje de hispanos nacidos en los EE. UU. está aumentando de manera constante con el paso del tiempo y ahora representa un poco menos que dos tercios de todos los hispanos en los EE. UU. Y en segundo lugar, los hispanos nacidos en los EE. UU. –incluido yo– cada vez más hablan solo inglés en el hogar, lo que constituyó aproximadamente el 42 por ciento en el 2019.

He mencionado la influencia de la escuela parroquial en que yo terminara siendo un niño monolingüe, pero en realidad hubo fuerzas más poderosas que afectaron mi psiquis, fuerzas que todos afrontamos todos los días pero no siempre reconocemos o apreciamos. Y aunque parezca raro, estos secretos se revelan nada más y nada menos que en una camiseta con agujeros que tenía puesta un niño de cuatro años. 

Si quieren conocer ese relato, lean el próximo capítulo de mi recorrido de identidad étnica. Me entusiasma la idea de compartirlo con ustedes.  Quédense, ¡no se vayan!

Esta publicación de blog forma parte de una serie. Para leer la primera publicación de la serie, haga clic aquí.

 

 

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Page Last Revised - June 14, 2023
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